Lo que acecha tras la bruma

Las nubes se veían apacibles aquella mañana. Los aldeanos parecían apreciar con especial cariño aquel bello paisaje que tenían como hogar; en especial durante la época de verano. Las casas no eran nada especial. Simples y tradicionales residencias de suave textura, que se erigían a lo largo de la aldea. Había muchos edificios, pero ninguno tan grande como el de la Yukikage.

Una sutil y refrescante brisa se deslizaba entre los corredores del magnífico complejo. Y mientras en los pisos superiores reinaba el deleitable canto de los pájaros, una serie de pasos amenazaba con arruinar su armonía. La puerta se abrió de golpe dejando oír un potente y brioso grito.

Se trataba de un par de chicos de no más de catorce. El primero parecía un muchacho muy enérgico y decidido, de cabello azulado, que llevaba consigo una simple polera negra y un pantalón oscuro; además de su bandana, la cual se encontraba adherida a un cinto celeste que iba a juego con su cinturón. Su acompañante, una chica de largos cabellos castaños y mirada dura, vestía una falda oscura y un chaleco celeste en armonía con su bandana, la cual portaba como vincha.

Ambos parecían inquietos más la Yukikage permanecía inexpresiva mientras iba firmando y rellenando los diversos documentos que su asistente le iba pasando. Ya habiéndolos terminado, tomo un poco del té que se encontraba en su escritorio, suspiró y miró a sus invitados.

- Veo que ya están aquí pero… ¿Y Orenji-sensei? – Exclamó mostrándose ligeramente confundida.

No era mas que otra mañana, bueno tal ve si, pero a diferencia de otras hoy sentia un extraño sentimiento en mi. Mas allá de eso, me levante como todos los dias, cepillando mis dientes frente a un gran espejo en mi alquiler, tomando una ducha de agua tibia y desayunando en una gran meza, que aunque mediana se volvía enorme al estar tan solo.

Ya con mi uniforme puesto, el cual no era gran cosa, mas que una remera oscura, un pantalón holgado y acompañado de las tipicas sandalias ninjas. En la espalda de mi remera un símbolo con forma de abanico redondo, con un color rojo y blanco en parte. Este lo lleva la mayoría de mis atuendos y es porque es signo de mi clan, el cual vino conmigo en un collar, al encontrarme abandonado.

Saliendo de aquel edificio, me encontré con una calle, llena de personas a pesar del clima típico de la ciudad donde vivia. Tome la capucha de mi mangas largas y me la coloque, exhalando un corto corro de aire, que se notaria en forma de humo blanco. En camino hacia la academia se podía ver a muchos shinobis por doquier, mas aun a medida que me iba acercando a mi destino. Al cual llegue después de uno minutos, un gran portal era la entrada y a sus alrededores shinobis de alto rango y otras personas no tan importantes moviéndose por doquier, en cuanto a mi, solo parecía un fantasma entre ellos.

Con profundo suspiro, tome ánimos y seguí mi camino, solo para toparme mas adelante con el imponente edificio del Yukikage. Sin mas preámbulos, cerré fuerte mis manos y reuní valor para llegar hasta su puerta, la cual estaba abierta y puede divisar a dos personas dentro

Una entidad se asomó por el gran portón que separaba  su oficina del exterior. Se trataba de Shinchi, un joven genin de la aldea, quien había interrumpido por error a la jovencita que se encontraba ahora frente a él. Todas las miradas de la habitación se clavaron en el infante hasta que finalmente, y después de algunos pocos minutos, la pequeña prosiguió con su explicación.

- Como le decía, Yukikage-sama, es probable que esté perdiendo el tiempo en algún huerto – Sentencio la jovencita con una mirada tan fría como la propia nieve que decoraba al extenso país.

- Ya veo… – Expresó la Yukikage, seguido de un leve y resignado suspiro. – Bueno, procuren informarle sobre su misión en cuanto lo vean, encontraran los detalles de la misión dentro del pergamino – Finalizó, entregándole a su asistente un pequeño pergamino, que llevaba grabado sobre si la letra "C", el cual le sería alcanzado a la malhumorada muchacha.

Al parecer habia interrumpido algo importante y las miradas se situarion rapidamente en mi. Bastante incomodo por aquellos ojos que se posaban en mi, trate de controlarme y por lo menos saludar a la YukiKage.

-Bueno dias, YukiKage-Sama- exclame a medida que hacia una pequeña reverencia.

Luego de esto, seguiria hacia un lado, obserevando a la joven que se encontraba cerca mio, no era mas que tambien una genin igual que yo, pero me era dificultoso recordarla.

Pasado un momento, aquella niña prosigio con sus palabras, dando a entender que aun faltaba otro joven. A lo cual la Yukikage, convencida de que no apareceria, nos entrego el pergamino con las instruciones dentro.

Si aquella imponente figura como es la jefa de la aldea, no, nos imponia ninguna condicion mas seguiria a la muchacha, la cual se veia bastante malumorada, para ver de que se trataba nuestro encargo.

Una vez la misión hubiera sido aceptada, los tres shinobis procederían a salir de edificio con prontitud. Ni bien llegaron a la entrada de aquella imponente construcción, los dos jóvenes que habían llegado primero a la oficina de la Yukikage procedieron a conversar sobre lo ocurrido.

- Bien nuevo, yo soy Fubuki él es Zangetsu y esta es la misión – Explicó, mientras leía la misión encargada. – Parece que un pequeño pueblo pesquero al noroeste del país pidió un cargamento de especias y los comerciantes quieren que les apoyemos con el envió – Finalizó, enrollando nuevamente aquel pergamino que llevaba en sus manos. Por su parte, aquel otro joven solo se limitó a inspeccionar con la mirada a su nuevo compañero.